miércoles, 13 de junio de 2012

Cinco son pocos, cinco no es nada.

La primera a la que buscan mis ojos por las mañanas, la única a la que buscan entre horas, la última a la que buscan por las tardes al irme. Quedarme un tiempo indefinible mirándote tras el cristal de una guagua, tras la ventana de una clase, sin que tu te des cuenta. Susurrar tu nombre cada vez que te veo, y que tu ni siquiera lo escuches, suena tan bien al pronunciarlo en mis labios que no me quiero imaginar como vendría de los tuyos. Pensar en ti como mi niña cada vez que me acuerdo de ti, que es a menudo, por ese impulso que tengo de rodearte con mis brazos y protegerte del mundo, un impulso que controlo. Dejarme clavar tus uñas solo para tener una excusa para cogerte la mano, sufrir por quererte, sufrir por ti, vale la pena. Y finalmente sonreír solo porque sonríes tu, porque ya es motivo suficiente para sonreír el resto del día.

No quiero que pienses que no te he querido, que te he utilizado, no quiero ni imaginarlo, porque no es cierto, y no es justo. Cinco segundos fueron los que pude tardar en enamorarme de ti, en cinco segundos se vinieron mis ilusiones abajo, pero cinco segundos no bastarán para olvidarme de ti, si es que quiero hacerlo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario