miércoles, 15 de mayo de 2013

Incompleto (1)



Y las palomas desplegaron sus alas y emprendieron el vuelo.

No sabía cuánto tiempo llevaba ya observando la bandada corretear por la plaza que tenía enfrente mientras un señor mayor les arrojaba migas de pan que picoteaban sin cesar. Un grupo de niños en el otro extremo se divertían jugando a la pelota bajo la atenta mirada de sus madres.

Volvió la vista hacia el horizonte y alcanzó a ver la fina línea del mar asomar entre los tejados de los edificios de la parte baja de la ciudad. Desesperado comenzó a dar vueltas en círculo mientras seguía esperando.

- Ya estoy Carlos.

Volvió la espalda y se encontró con la mirada impasible de Daniel, su mejor amigo desde que tenía seis años. Sus ojos castaños no mostraban ninguna expresión, al igual que la delgada línea de sus labios.

- ¿Y bien? – preguntó Carlos.

- ¿Y bien qué? – respondió Daniel.

- ¿Te han dado el papel?

- Mmmm no sé, pregúntaselo al nuevo Don Juan Tenorio. — dijo con una sonrisa mientras alzaba el guión.

- Serás… no vuelvas a darme un susto así después de tenerme media hora tirado en la calle esperando por ti.

- Vale lo siento. – contestó su amigo mientras se le escapaba una pequeña risa. – ¿Acaso no te alegras de que me hayan dado el papel?

En realidad para Carlos no había resultado ser una gran sorpresa, nunca había dudado de las dotes escénicas de su compañero. Había aprendido a valorarlas desde la infancia en la que más de una vez tuvieron que hacerles uso para librarse de algún castigo. Ya por aquel entonces Daniel mostraba un talento asombroso, podía embaucar con sus palabras a cualquier niño o adulto. Una vez se encontraban los dos corriendo por el salón de la casa de Carlos cuando tiraron desintencionadamente un jarrón. Daniel no tardó ni un segundo en simular que un ratón había cruzado la habitación en un suspiro empujando de esa manera la vasija al suelo. La madre de Carlos aterrorizada llamó a un fumigador y el niño se tuvo que quedar unos días en casa de su amigo, pero no fueron castigados.

- Pues claro que me alegro, no seas tonto. Ahora vamos a la parada de guagua antes de que se nos escape o si no tendremos que volver a casa andando.

Y comenzaron a caminar uno al lado del otro por la sucia, gris y adoquinada acera.

- ¿Y tu cuándo te vas a decidir? – preguntó Daniel volviéndose hacia Carlos.

- ¿Decidirme a qué?

- A escribir esa dichosa novela

- Ya te lo he dicho…

- Si, ya me sé esa retahíla de memoria. “Para escribir hace falta inspiración y cuando me venga podré escribir una novela, de momento no puedo” blablablá… Llevas cuatro años diciendo lo mismo.

- ¿Y qué? Si no tengo nada sobre lo que escribir no puedo escribir.

- ¿Nada? ¿No tienes nada? Aparte de tú increíble y apuesto amigo que grandes aventuras te ha hecho vivir, tu vida está llena de cosas sobre las que escribir. Lo demuestras cada vez que te sientas en el ordenador y me enseñas lo que se te ocurre. Es bastante bueno. Si escribieras más de dos o tres hojas entonces podrías…

- Pero no lo hago. – lo interrumpió Carlos. — No soy capaz de escribir historias largas. Tampoco hay de qué preocuparse, algo se me ocurrirá. – dijo poco convencido.

- Pues yo creo que te faltan ganas chaval, si te pusieras a ello seguramente escribirías algo bastante decente.

- Quizás…

Y siguieron andando.

Lo cierto es que Carlos no paraba de darle vueltas al tema cada día. Llevaba rondando desde hace un par de años por su cabeza. Se alegraba por Daniel cada vez que éste conseguía un papel en una obra, por pequeño que fuese, pero le dolía ver como su amigo luchaba por sus sueños mientras él se quedaba parado sin perseguir los suyos.

No lo comentaba mucho pero estaba bastante preocupado. Dentro de un año y unos meses tendría que ir a la universidad, y ni siquiera sabía que quería ser. Nunca se había imaginado en un trabajo normal y corriente. Siempre había pensado que viviría del dinero de sus palabras y viajaría por todo el país dando conferencias sobre sus libros. Si quería escribir un libro tenía que comenzarlo cuanto antes para tenerlo terminado antes de ingresar en la universidad y así pagar sus estudios. Ese era el plan, pero aún no tenía ninguna línea sobre el papel. Tendría que darse prisa.

- ¿Sabes qué Dani? – el otro lo miró con atención. – Creo que tienes razón, voy a comenzar a escribir una novela.

- Así me gusta – respondió su amigo.

- Y cuando la termine será la mejor novela de nuestros tiempos, la más increíble. Tanto que nuestros nietos tendrán que estudiarme en las clases de literatura.

Se rieron juntos.

- ¿Y sobre qué vas a escribir? – preguntó Daniel

- Quién sabe, a lo mejor es la historia de mi vida. El ingenioso escritor y su fiel y humilde camarada actor. A lo mejor…

- Eso estaría bien.

- Sí, eso estaría bien…



Y se perdieron por una estrecha callejuela mientras el sol se ponía a sus espaldas.

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