Y levantó la cabeza
lentamente y con mucho cuidado abrió los ojos. Le costó un poco adaptarse a la
negrura de la noche y tuvieron que pasar un par de minutos para que la muchacha
distinguiera el contorno de la imagen que le rodeaba. La cabeza aún le daba vueltas,
pero incluso mareada fue capaz de distinguir el sillón de cuero negro que se
encontraba delante de ella y el cinturón de seguridad que le oprimía el pecho y
que le acababa de salvar la vida. Se tocó por instinto la cabeza y un fuerte
dolor la invadió. Miró sus manos, sangre. Tras una serie de dolores y
convulsiones logró desatarse de esa tira que la anclaba a su asiento y se asomó
a la parte delantera del coche. Los asientos estaban vacíos y la luna del coche rota completamente, a
través de ella pudo reconocer el árbol partido contra el que habían chocado y
al mirar por el cristal trasero pudo reconocer el quitamiedos partido
exactamente en el punto en el que habían evitado a la persona que se encontraba
de pie en mitad de la carretera y que había provocado que el coche, debido a la
lluvia, descarrilara y volara por los aires por el barranco en que el ahora se encontraba tendido.
De repente el pánico la
invadió. No veía a sus padres por ninguna parte. Abrió la puerta del coche y
salió de él, un frío invernal cayó como plomo sobre ella pero ni se percató,
rodeó el coche hasta la parte de delante, pero allí no había nadie.
“Deben de estar vivos, si
no sus cuerpos estarían aquí, pero entonces ¿Por qué se han ido sin mi?” pensó
cada vez más alterada.
El motor del coche empezó
a desprender un humo gris y pronto empezaron a surgir llamas de él que hizo que
la chica se sobresaltara y se alejara lo más rápido posible en dirección a la
carretera. Subió hasta lo alto con la esperanza de parar al conductor de un coche
que pudiese ayudarle, o tal vez de ver quién era el individuo que había
cometido la imprudencia de quedarse quieto en la carretera en mitad de una
tormenta de noche. Pero cuando llegó al negro asfalto no fue capaz ni de
distinguir el pueblo más cercano. Pronto comprendió que nadie la ayudaría, se
encontraban en mitad de ninguna parte y nadie sería capaz de encontrarlos, no
había ni rastro de esa persona sin miedo a la muerte y lo peor, no tenía adonde
ir, estaba sola.
Se estaba planteando
caminar por la carretera hasta encontrar a alguien cuando miró hacia el coche
en llamas que misteriosamente aún no había estallado cuando vio una sombra que
se alejaba de él para internarse en el bosque.
-
¡Eeeh! –
gritó.
Y acto seguido corrió
ladera abajo hasta llegar al desecho metálico. Podría ser uno de sus padres que
había vuelto a por ella y al ver que no estaba habría ido a buscarla entre los
árboles. Así que sin pensárselo echó a correr en la misma dirección y se dejó
envolver por la oscuridad de la noche.
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