lunes, 9 de septiembre de 2013

Poema sin arte, sin lírica y sin razón.

Pliegues en mi mente me inundan la cabeza. Alcé muros de hormigón con el alcohol como herramienta.
No fui un tío feliz, lloraba por dentro. Aunque no se dieran cuenta me sentía muy lejos del centro.
Llevo tiempo negándome mis desperfectos y de todo mi mal siempre culpaba a mis defectos.
Tanto negué que dejé de escuchar al corazón y muy pronto perdí hasta el consuelo de la razón.
Es duro sentirse vacío y triste, y más cuando se debe a todo lo que hiciste.
Llorar en mitad de la noche a oscuras se convirtió en costumbre. Ya nadie venía a calentar mi lumbre.
Me quemaba a mí mismo por dentro, manteniéndolo bajo el secreto guardado por mi silencio.
Me construí mi fortaleza protegiéndome del resto y luego me encerré convirtiéndome en su preso.
Fui un cobarde despreciado por las masas, intentando buscar el modo de pasar las páginas.
Me hundí en un barco que nunca zarpó. Me arrastré por las olas lejos del mundo que me hartó.
Me dejé llevar a la oscuridad en un largo viaje que duró más que una eternidad.
Alcancé el fondo del pozo con ritmo lento y cavé el más hondo foso para esconder mi lamento.
Enterré mis sentimientos, aquellos a los que renegué por causarme grandes sufrimientos.
Y en ese instante morí, y creí que a partir de entonces todo sería mucho más fácil para mí.
Me equivoqué, fui un estúpido creyente de no tener ninguna fe.
Me miré en el espejo y no reconocí a esa persona que me miraba desde tan lejos.
Un extraño, en eso me convertí. Y con el paso de los años lo empecé a asumir.


Un día dije cambio. Y todo empezó a resurgir.
Dejé de guardar silencio y me empecé a debatir.
No quería vivir más con miedo y comencé a vivir.
Pero todo lo bueno, poco dura. Y al cabo del tiempo me volví a hundir.
Me refugié en las letras y de ahí nunca más volví a salir.

Ahora las frases hiladas ya no calman ese veneno que se filtra por mi sangre sin ningún tipo de freno.
Puede ser que el poeta muerto que vivía en mi cuerpo tirara la pluma al aire y se dejara llevar por el viento.
Puede ser que nunca vivió, que creyó ser escuchado pero al tiempo solo se quedó.
Puede ser que escribir nunca fuera su pasión, y se dedicara a unir palabras sin ninguna composición.


Puede ser que sea él el que escriba esto y que, para cuando tú lo leas, ya esté muerto.
En ese caso se despide y deja al mundo los pocos frutos de su esfuerzo.
Cansado de vivir sin nadie que le pueda servir de refuerzo.
Dejo la palabra para navegar sin rumbo a otro puerto.
Y espero que se me recuerde como un luchador.
Aquél que sin más arma que un papel, salió en busca de su destino con el amor como motor.
 Y aunque ahora termine su viaje con las manos vacías, aprendió una gran lección:

Que la vida no se guía con la mente sino con el corazón.



                                                                                               
                                                                                                    Atte: Un alma rota.
                                                                                                                 
                                                                                                                   

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