jueves, 30 de mayo de 2013

martes, 21 de mayo de 2013

Olvido


Los cuerpos fueron hallados tres días más tarde. Una vez hubo amainado la tormenta, un señor que volvía a su casa tras días sin poder regresar, debido a que se había cortado la carretera por precaución, se percató del quitamiedos destrozado y vio en el fondo del barranco los restos de un coche quemado. Descendió hasta él y unos pasos más adelante los encontró, un hombre y una mujer.

El forense dictaminó que la causa de la muerte fue inanición y pulmonía debido a encontrarse en un bosque en medio de la tormenta, lo que no se sabe es como teniendo el móvil en sus bolsillos no habían realizado ninguna llamada. Nunca encontraron a la hija, se realizaron búsquedas policiales con perros y hasta con ayuda de vecinos de pueblos cercanos, su existencia había desaparecido junto con la lluvia, así que tras unos meses la búsqueda se terminó por cancelar.

Muchos se preguntaron cómo cometieron la imprudencia de viajar en esas condiciones por esa carretera bien conocida por su mal estado. Eran pocos los que sabían que el hombre de la familia se había endeudado en el juego y debía grandes sumas de dinero a opresores de banda callejeras vestidos con trajes de etiquetas, hombres con poder que deseaban el dinero a toda costa, así que decidió ocultarse rápidamente de ellos. La mujer se había resistido, pero él la había arrastrado hasta el coche a la fuerza, todo en ese matrimonio era a la fuerza. Llevaba muchos años sin funcionar, y al hombre no le extrañó cuando le dieron la noticia de que iba a ser padre de un hijo que no era suyo, él también buscaba consuelo en hombros ajenos.

Nunca odió a su hija, al fin y al cabo no era culpa suya, pero sí que deseaba ver a su mujer muerta, y era el único sentimiento que compartían entre ellos dos. Sin embargo Lucía si quería dejar de saber de él, de los dos. Había crecido en ese inestable ambiente familiar durante años, sorprendiendo en algunas ocasiones a sus padres con distinta compañía en plena muestra de amor y facultades físicas, con el tiempo incluso había llegado a conocer a la larga lista de amantes de cada uno, otros eran simplemente nombres que apuntaba en su cabeza sin más. Los odiaba, los odiaba con toda su alma porque en el fondo, a pesar de todo, los quería, porque es inevitable querer a tus padres. Pero ella tenía claro que deseaba perderlos de vista cuanto antes.

Todos tenían un motivo para llamar a la muerte y que se llevara a uno de ellos aquella noche. Y la muerte acudió a la llamada.

“Era una noche oscura en una oscura carretera. Un coche se desplazaba a gran velocidad por la pedregosa carretera cuando una figura apareció en mitad del asfalto. El conductor solo tuvo tiempo de ver claramente la forma de una niña alumbrada por los faros del coche, y éste cayó al abismo…. y la niña desapareció.”

lunes, 20 de mayo de 2013

Perdición


Ya no recordaba cuanto tiempo llevaba tras la pista de la figura que había creído vislumbrar entre la maleza y cada vez estaba menos segura de encontrarla. La tormenta seguía azotando la copa de los árboles, que la protegían en parte de la lluvia. Aunque nada la protegía de las ramas y raíces que crecían al nivel del suelo y que provocaban que se tropezara constantemente  y cayera de lleno sobre la tierra mojada. Las heridas y cortes en sus manos, codos y rodillas eran ya innumerables, y cada vez que surgía uno nuevo se preguntaba por qué su padre les había hecho emprender ese absurdo viaje tan de improviso sin tiempo para preparar siquiera una maleta de equipaje o al menos de coger una chaqueta, cada vez soportaba menos el frío que corría entre la arboleda, tal vez debería haberse quedado cerca del coche.

Un  relámpago inundó su campo de visión  durante un segundo le pareció escuchar su nombre, un ligero susurro que se perdía en la fluidez azotadora de la lluvia.

“Lucía….”

Su madre la debía estar llamando, aunque era raro, todo el que la conoce sabe que no le gusta que la llamen por su nombre de pila, siempre ha preferido los diminutivos. Aún así se giró en dirección a la débil llamada cuando un trueno cayó a su espalda y una bola de fuego se elevó en el cielo seguido del chirriante ruido de grandes piezas de metal saltando por los aires, el coche acababa de ser destruido por un rayo.

Sin creérselo todavía se quedó conmocionada observando el punto de fuego que se veía  entre los árboles cuando le pareció sentir un aliento gélido en su nuca y al  mirar con el rabillo del ojo durante un segundo le pareció que había alguien a su espalda, pero al darse la vuelta no había nadie. O eso creía porque entre la maleza pudo distinguir un par de formas humanas que la miraban fijamente con la cabeza agachada.

“ Lucía…”

-          ¿Papá? ¿Mamá?

Se acercó tímidamente para poder observarlos. Otro relámpago iluminó la escena. No, no eran precisamente sus padres, no del todo. Tenían los cuellos partidos y las cabezas les colgaban, al sonreír los dientes podridos y llenos de mugre y sangre, como el resto del cuerpo pálido y, sobre todo, el hedor a muerte.

Aterrorizada se dio la vuelta con la intención de huir y entonces lo vio, ante ella, su cara desfigurada a escasos centímetros de la suya. Sólo tuvo tiempo de gritar. Entonces se abalanzó sobre ella  y cayó en la oscuridad.

sábado, 18 de mayo de 2013

Accidente


Y levantó la cabeza lentamente y con mucho cuidado abrió los ojos. Le costó un poco adaptarse a la negrura de la noche y tuvieron que pasar un par de minutos para que la muchacha distinguiera el contorno de la imagen que le rodeaba. La cabeza aún le daba vueltas, pero incluso mareada fue capaz de distinguir el sillón de cuero negro que se encontraba delante de ella y el cinturón de seguridad que le oprimía el pecho y que le acababa de salvar la vida. Se tocó por instinto la cabeza y un fuerte dolor la invadió. Miró sus manos, sangre. Tras una serie de dolores y convulsiones logró desatarse de esa tira que la anclaba a su asiento y se asomó a la parte delantera del coche. Los asientos estaban vacíos  y la luna del coche rota completamente, a través de ella pudo reconocer el árbol partido contra el que habían chocado y al mirar por el cristal trasero pudo reconocer el quitamiedos partido exactamente en el punto en el que habían evitado a la persona que se encontraba de pie en mitad de la carretera y que había provocado que el coche, debido a la lluvia, descarrilara y volara por los aires por el barranco en que el ahora se encontraba tendido.

De repente el pánico la invadió. No veía a sus padres por ninguna parte. Abrió la puerta del coche y salió de él, un frío invernal cayó como plomo sobre ella pero ni se percató, rodeó el coche hasta la parte de delante, pero allí no había nadie.

“Deben de estar vivos, si no sus cuerpos estarían aquí, pero entonces ¿Por qué se han ido sin mi?” pensó cada vez más alterada.

El motor del coche empezó a desprender un humo gris y pronto empezaron a surgir llamas de él que hizo que la chica se sobresaltara y se alejara lo más rápido posible en dirección a la carretera. Subió hasta lo alto con la esperanza de parar al conductor de un coche que pudiese ayudarle, o tal vez de ver quién era el individuo que había cometido la imprudencia de quedarse quieto en la carretera en mitad de una tormenta de noche. Pero cuando llegó al negro asfalto no fue capaz ni de distinguir el pueblo más cercano. Pronto comprendió que nadie la ayudaría, se encontraban en mitad de ninguna parte y nadie sería capaz de encontrarlos, no había ni rastro de esa persona sin miedo a la muerte y lo peor, no tenía adonde ir, estaba sola.

Se estaba planteando caminar por la carretera hasta encontrar a alguien cuando miró hacia el coche en llamas que misteriosamente aún no había estallado cuando vio una sombra que se alejaba de él para internarse en el bosque.

-          ¡Eeeh! – gritó.

Y acto seguido corrió ladera abajo hasta llegar al desecho metálico. Podría ser uno de sus padres que había vuelto a por ella y al ver que no estaba habría ido a buscarla entre los árboles. Así que sin pensárselo echó a correr en la misma dirección y se dejó envolver por la oscuridad de la noche.   
Momento de subir las entradas que hice en el blog de Sergi

All Signs Point To Lauderdale

Esto es lo que siente cuando vives atrapado en un lugar del que quieres salir a toda costa. Irte de aquí y empezar de cero en un sitio donde no te juzguen por perseguir tus sueños y te respeten, simplemente te respeten.


Molinos y gigantes

- Mire vuestra merced que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento

- Bien parece que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son GIGANTES, y si tienes miedo quítate de ahí que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. 



El que fracasa es el que no sabe enfrentarse a sus gigantes y se queda quieto viendo los molinos de viento, esa es mi reflexión de hoy.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Incompleto (1)



Y las palomas desplegaron sus alas y emprendieron el vuelo.

No sabía cuánto tiempo llevaba ya observando la bandada corretear por la plaza que tenía enfrente mientras un señor mayor les arrojaba migas de pan que picoteaban sin cesar. Un grupo de niños en el otro extremo se divertían jugando a la pelota bajo la atenta mirada de sus madres.

Volvió la vista hacia el horizonte y alcanzó a ver la fina línea del mar asomar entre los tejados de los edificios de la parte baja de la ciudad. Desesperado comenzó a dar vueltas en círculo mientras seguía esperando.

- Ya estoy Carlos.

Volvió la espalda y se encontró con la mirada impasible de Daniel, su mejor amigo desde que tenía seis años. Sus ojos castaños no mostraban ninguna expresión, al igual que la delgada línea de sus labios.

- ¿Y bien? – preguntó Carlos.

- ¿Y bien qué? – respondió Daniel.

- ¿Te han dado el papel?

- Mmmm no sé, pregúntaselo al nuevo Don Juan Tenorio. — dijo con una sonrisa mientras alzaba el guión.

- Serás… no vuelvas a darme un susto así después de tenerme media hora tirado en la calle esperando por ti.

- Vale lo siento. – contestó su amigo mientras se le escapaba una pequeña risa. – ¿Acaso no te alegras de que me hayan dado el papel?

En realidad para Carlos no había resultado ser una gran sorpresa, nunca había dudado de las dotes escénicas de su compañero. Había aprendido a valorarlas desde la infancia en la que más de una vez tuvieron que hacerles uso para librarse de algún castigo. Ya por aquel entonces Daniel mostraba un talento asombroso, podía embaucar con sus palabras a cualquier niño o adulto. Una vez se encontraban los dos corriendo por el salón de la casa de Carlos cuando tiraron desintencionadamente un jarrón. Daniel no tardó ni un segundo en simular que un ratón había cruzado la habitación en un suspiro empujando de esa manera la vasija al suelo. La madre de Carlos aterrorizada llamó a un fumigador y el niño se tuvo que quedar unos días en casa de su amigo, pero no fueron castigados.

- Pues claro que me alegro, no seas tonto. Ahora vamos a la parada de guagua antes de que se nos escape o si no tendremos que volver a casa andando.

Y comenzaron a caminar uno al lado del otro por la sucia, gris y adoquinada acera.

- ¿Y tu cuándo te vas a decidir? – preguntó Daniel volviéndose hacia Carlos.

- ¿Decidirme a qué?

- A escribir esa dichosa novela

- Ya te lo he dicho…

- Si, ya me sé esa retahíla de memoria. “Para escribir hace falta inspiración y cuando me venga podré escribir una novela, de momento no puedo” blablablá… Llevas cuatro años diciendo lo mismo.

- ¿Y qué? Si no tengo nada sobre lo que escribir no puedo escribir.

- ¿Nada? ¿No tienes nada? Aparte de tú increíble y apuesto amigo que grandes aventuras te ha hecho vivir, tu vida está llena de cosas sobre las que escribir. Lo demuestras cada vez que te sientas en el ordenador y me enseñas lo que se te ocurre. Es bastante bueno. Si escribieras más de dos o tres hojas entonces podrías…

- Pero no lo hago. – lo interrumpió Carlos. — No soy capaz de escribir historias largas. Tampoco hay de qué preocuparse, algo se me ocurrirá. – dijo poco convencido.

- Pues yo creo que te faltan ganas chaval, si te pusieras a ello seguramente escribirías algo bastante decente.

- Quizás…

Y siguieron andando.

Lo cierto es que Carlos no paraba de darle vueltas al tema cada día. Llevaba rondando desde hace un par de años por su cabeza. Se alegraba por Daniel cada vez que éste conseguía un papel en una obra, por pequeño que fuese, pero le dolía ver como su amigo luchaba por sus sueños mientras él se quedaba parado sin perseguir los suyos.

No lo comentaba mucho pero estaba bastante preocupado. Dentro de un año y unos meses tendría que ir a la universidad, y ni siquiera sabía que quería ser. Nunca se había imaginado en un trabajo normal y corriente. Siempre había pensado que viviría del dinero de sus palabras y viajaría por todo el país dando conferencias sobre sus libros. Si quería escribir un libro tenía que comenzarlo cuanto antes para tenerlo terminado antes de ingresar en la universidad y así pagar sus estudios. Ese era el plan, pero aún no tenía ninguna línea sobre el papel. Tendría que darse prisa.

- ¿Sabes qué Dani? – el otro lo miró con atención. – Creo que tienes razón, voy a comenzar a escribir una novela.

- Así me gusta – respondió su amigo.

- Y cuando la termine será la mejor novela de nuestros tiempos, la más increíble. Tanto que nuestros nietos tendrán que estudiarme en las clases de literatura.

Se rieron juntos.

- ¿Y sobre qué vas a escribir? – preguntó Daniel

- Quién sabe, a lo mejor es la historia de mi vida. El ingenioso escritor y su fiel y humilde camarada actor. A lo mejor…

- Eso estaría bien.

- Sí, eso estaría bien…



Y se perdieron por una estrecha callejuela mientras el sol se ponía a sus espaldas.

martes, 7 de mayo de 2013

Cuando pueda

Cuando me sea posible volveré a escribir. Cuando me sea posible volveré a leer. Cuando sea posible volveré a ver vídeos. Cuando me sea posible tocaré la guitarra. Cuando sea posible volveré a tener más tiempo para los demás.


Cuando sea posible volveré a tomar las riendas de mi vida. De momento no puedo.


Apaga y vámonos.